domingo, 28 de marzo de 2010

Voto por México

Apatía, descontento, desesperanza,  conformismo, decepción, frustración,  resentimiento y tantos otros sentimientos concurren el día de las elecciones en Don Abstemio Votante, Don Resignado Alchanchullo y en sus millones de seguidores a sus más preclaros exponentes.

¿Votar si todo está ya “tamaleado”? ¿Para qué si las cosas nunca cambian? ¿Para qué voto si todos los candidatos son iguales de corruptos? ¿De qué sirve? ¡De nada! ¡Votar y nada es lo mismo!... ¿Votar yo? Hum... ¡Bola de tarugos! 



No obstante, al verlo desde otra perspectiva, parece, como lo es, que los tarugos son otros…

Irónicamente Don Abstemio, Don Resignado y los millones como ellos no se han dado cuenta que al despreciar su derecho al voto, se convirtieron en los mejores aliados de los partidos políticos. 



Sí, aliados de quienes acusan de ser los causantes de todos sus males… pues por su actitud, los políticos no tienen que preocuparse por convencer, con propuestas sensatas y ni resultados, a los millones de ciudadanos militantes “activos” del partido del abstencionismo.

En ese contexto, las campañas de los candidatos –generalmente producto del “dedazo” de las dirigencias partidistas al margen de su militancia- se han convertido única y exclusivamente, en la cínica lucha por el poder entre la partidocracia que persigue proteger sus privilegios antes que el legítimo interés de los ciudadanos.

De ahí que el abstencionismo sea la medida del fracaso de la democracia. Fracaso que unos promueven por conveniencia y que los ciudadanos “abstemios” fomentan con su actitud sin entender que votar, si bien es un derecho, también es una obligación.


Regresar a lo básico, recuperar el voto ciudadano son los retos para fortalecer la democracia como el medio idóneo para la construcción de un futuro promisorio para el pueblo de México. 



Un futuro donde el acto de votar sea el compromiso mínimo, ineludible por convicción, del ciudadano con la Patria.

Convencidos del camino de la democracia, asumir el compromiso de sumar a nuevos votantes en cada elección a través del convencimiento de nuestros familiares, vecinos, amigos, colaboradores y colegas será el camino natural para 
lograr una masa crítica de ciudadanos convencidos de acudir a las urnas para expresar su apoyo al candidato de su preferencia cualquiera que este sea, o a expresar su franco desacuerdo con la oferta política de los partidos políticos.

Una masa crítica de ciudadanos que dejen de lado la coyuntura política por la visión de largo plazo, por el sueño anhelado de equidad, justicia y prosperidad, que podemos, que debemos, construir al Votar Por México.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
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Twitter @enriquechm

domingo, 21 de marzo de 2010

En México, ¿Somos familia?

1944, Daniel Maranto Rosas, viaja de polizón a la zona del desastre causado por la inundación en Chacaltianguis, Ver., para rescatar a mi Madre quien a los 18 años era maestra rural.

9 de abril de 1941, Enrique Chávez Vázquez, profesor, periodista y más tarde locutor, tres años después de la expropiación petrolera recibe un telegrama que dice «Extrañadísimos silencio acontecimientos petroleros esa región ocupación campos tropas Federales y huelga anunciada exitámoslos (sic) cumplir deber enviando esta vía informaciones hechos palpitantes urgentísimo, LA PRENSA”»

17 de marzo de 1952, Enrique Chávez Vázquez, socio fundador de la Compañía Radiofónica de Poza Rica, conduce desde “la capital petrolera de México…” la emisión inaugural de la radiodifusora XEPR, la primera en el norte del estado de Veracruz.

28 de septiembre de 1956, Ramona Maranto Riego, en su examen profesional para obtener su título de Profesora de Educación Primaria, afirma «…todos los niños, desde un punto de vista humano y patriótico, debe gozar de iguales derechos, no importa la clase social a la que pertenezcan…»

¿Y lo anterior, a qué viene? Ramona, Enrique y Daniel, mi Madre, mi Padre y mi Abuelo son parte de la respuesta a una queridísima lectora que en días pasados, a propósito de una reunión familiar, me sugirió escribir sobre la familia. Me pregunté en ese momento, ¿Cómo enfoco el tema si tanto se ha dicho ya? La respuesta no tardó en llegar. Una vocecita me dijo, apela a tus sentimientos. Ahí la encontrarás.

De inmediato surgieron los sentimientos de orgullo, de asombro, de tristeza y de agradecimiento por sus logros, sus luchas, sus aflicciones y los maravillosos regalos que recibí de mis mayores. Sentimientos cotidianos que igual están ahí por mi esposa, mis hijos, mis hermanos, mis tíos, mis primos, mis parientes todos. Sentimientos que no he elegido, que surgen de mis entrañas porque hay un pedacito de todos en mi; y en ellos, un pedacito de mí.

Son esos los sentimientos que siempre han estado simplemente por ver la luz donde nacimos. Sentimientos que serán pequeñitos o grandes si la actitud elegida fortalece los vínculos para poder decir sin duda alguna ¡Somos familia!...

Y extendiendo esta idea a una escala mayor pregunto: En México. ¿Somos familia?

En las familias difícilmente estarán todos siempre de acuerdo, los hermanos en la adolescencia, siempre peleando, hemos sido buen ejemplo de ello. Sin embargo al final del día el Amor, los valores y el ejemplo del liderazgo superan siempre las diferencias.

Así México puede ser familia. Sí, si empezamos en casa.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto

enrique.chm@gmail.com

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domingo, 14 de marzo de 2010

Legisladores: ¿Corruptos o delincuentes?

En múltiples ocasiones he comentado el tema de la corrupción. Comenté de la ineficacia en México de las estrategias que promueve el Instituto del Banco Mundial quien define el éxito de la lucha contra la corrupción como función de las variables: acceso a la información, liderazgo político y la acción colectiva. Materias todas en las que antes que avances, se suceden cotidianamente retrocesos que no son menores.

Planteé como hipótesis que la corrupción debe ser vista no solo como un problema de individuos aislados que ceden a la tentación ante la garantía de impunidad. Para el 80 por ciento de la población, debe ser vista como un fenómeno social que, atiende primero, al propósito de supervivir, y después como medio para mantener la esperanza de escapar a estratos socioeconómicos superiores. Válvula por cierto muy bien regulada por el poder político en turno para atender a sus intereses.

Para el restante 20 por ciento la corrupción atiende a los propósitos fundados en la avaricia del sistema imperante: La acumulación de poder económico y poder político; que, si aplicamos la Ley de Pareto, representan con toda seguridad el 80 por ciento de los costos que asume el país. Hablo de la corrupción de los grandes, pero muy grandes, negocios medidos en millones de dólares, no de la “mordida” de 100 pesos.

No obstante, las estrategias de la lucha contra la corrupción en México son las mismas para los dos segmentos. A los de los grandes “negocios” les hacen lo que el viento a Juárez pues son ellos quienes las deciden y aplican siguiendo al pie de letra aquella máxima del Prócer: Justicia y gracia –léase impunidad- para los amigos, la Ley a secas para los enemigos. Y así eventualmente se da el caso que corruptos -¿Corruptos?- ingresan en la cárcel y de otros que frecuentemente cambian a mejores puestos o migran a otros climas…

Pero no, no son corruptos, eso es una manera suave de decir las cosas, un eufemismo, utilizado para expresar que los “corruptos” son menos malos que los delincuentes. La verdad es que los “corruptos” son tan delincuentes como cualquiera que viole la Ley. Ese es el término a utilizar para señalarlos y llamarles por lo que son.

¿Acaso no es delincuente el que usa lo que no es propio para su beneficio? ¿Acaso no es delincuente aquel que le miente a sabiendas a una autoridad? ¿Acaso no es un delincuente quien acusa públicamente sin pruebas?

Eso es justo lo que observamos la semana pasada en el denigrante espectáculo que a muy alto costo sufragamos con nuestros impuestos. Legisladores mintiendo públicamente una y otra vez a la que debería ser su autoridad: el pueblo. Legisladores desviando los recursos públicos empleando su tiempo primero, para concertar acuerdos electorales y después para difamar, en vivo y en directo, desde las instalaciones que deberían ser utilizadas para atender la agenda legislativa.

Legisladores ya confesos, que eufemísticamente serían sujetos de corrupción política solo que a mi ese término ya no me satisface. Habría que llamarlos por su nombre: delincuentes organizados en cárteles mal llamados partidos políticos.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto

enrique.chm@gmail.com

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domingo, 7 de marzo de 2010

México: ¡Un día a la vez!

Mi artículo anterior, “México: La metáfora de la ranita,” motivó comentarios que reflejan distintas percepciones y actitudes de respecto de la realidad nacional. Los siguientes son una buena muestra representativa:

“… considero que… si muchos son apáticos, pero otros tenemos miedo, ese miedo que paraliza y no te permite reaccionar, piensas y ¿que podemos hacer ante tanta tragedia? ¿Por donde comenzamos?”

“Necesito recuperar la esperanza perdida (en el sistema) antes de iniciar un cambio de esquema. Háganme creer. Yo no puedo hacerlo ahora.”

“Hoy leía… sobre la tremenda situación que se vive estos días en Reynosa… algo que no había sucedido antes... Cuando leí eso, recordé… que he cruzado la frontera... miles y miles de veces...no pude evitar pensar: si esto lo hubiera leído hace 10 años, no lo hubiera tomado en serio... pero serio es lo que pasa... vivimos lo ABSURDO...”

“… pero somos más los que hacemos algo productivo, los que aportamos algo en la medida de nuestras posibilidades, muchos a los que ya se nos acabo la paciencia y ya va siendo hora de alzar la voz y de que exijamos a los que nos representan que cumplan con su función… deberían con las leyes, formas y estructuras vigentes primero que nada, cumplir cabalmente con su trabajo buscando el bien común y no el bien únicamente personal.”

El miedo es justo lo que infunden los depredadores para paralizar a las víctimas. No podemos hacer nada por evitarlo pues es una alerta instintiva diseñada para motivarnos a las acciones de defensa. El problema es enfrentarlo con una actitud equivocada y permitirle crecer conduciendo a la víctima a la parálisis y a la indefensión. Ante el peligro, la prioridad es informarse y decidir las medidas para minimizar los riesgos. Lo peor es simplemente quedarse con los brazos cruzados.

Porque justo es en esa circunstancia, cuando se pierde la esperanza que nadie podría recuperar para nosotros. Quienes podrían hacer que el pueblo recuperara la confianza, no tienen remedio, ¡les sigue creciendo la nariz! La esperanza viene de la acción que es única y exclusivamente responsabilidad del ciudadano. En México muchos la han perdido porque no actúan. Si los millones y millones que hoy se quedan en casa, sumidos en la apatía y la desesperanza, en un acto mínimo de voluntad, ejercieran su derecho al voto otras serían las circunstancias del país.

También estoy totalmente de acuerdo. Vivimos en un mundo absurdo que todos en México piensan no merecer. Todos trabajamos, todos hacemos que nuestro país se mueva, la gran pregunta es: ¿Quienes de todos han pasado realmente del pensamiento o la queja a la acción? Muy pocos y de estos, muchos decepcionados de la falta de apoyo de sus vecinos, de sus compañeros de trabajo, al cabo de poco tiempo regresan al primero yo, después yo y por último yo.

Finalmente, sería bueno decir que siempre ha sido la hora de levantar la voz y actuar sin mayor pretensión que hacer lo correcto todos los días, sin protagonismos, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra cuadra, en nuestra comunidad sin esperar nada a cambio o apoyo solo por la convicción de hacer lo que creemos. Cada cuál en su trinchera. Sin hacer proezas, empiecen por poner la basura en su lugar.

Se los aseguro, un México nuevo no surgirá de un conjuro milagroso, requiere del esfuerzo cotidiano de todos y cada uno de nosotros. Un día a la vez.

Con mis mejores deseos,

Enrique Chávez Maranto

enrique.chm@gmail.com

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