domingo, 30 de enero de 2011

El Conductor

-¿Sabes qué tipo de camión va delante de nosotros?

Al dirigir mi vista hacia adelante la carretera lucía vacía no había tráfico a favor, tampoco en contra así que conteste...

-¿Camión? ¿Cuál camión? No veo nada.

-Sí, delante de nosotros va uno. No lo ves porque está después de la siguiente curva. Y después de reír al notar mi cara de confusión exclamó parafraseando a Galileo “No lo ves y sin embargo ¡ahí va! Es un carguero lento con el escape del motor diesel colocado en forma vertical. Cuando su conductor hace un cambio de marcha exhala una buena cantidad de humo que se puede observar aun cuando no se vea el camión. ¿Qué no lo viste?

-A ver, otra pregunta. ¿De qué es ese pequeño charco que se ve a media carretera? ¡Fácil! pensé para mis adentros y ni tardo ni perezoso contesté de inmediato: ¡Agua!

-Equivocado. La respuesta correcta es agua y aceite. El agua se ve brillante, pero cuando tiene aceite en la superficie muestra reflejos tornasolados.

-¡La última! ¿Qué harías si el coche que viene en sentido contrario invade tu carril? No supe que contestar y quedó claro que mi esperanza de ser el piloto emergente a mis escasos 15 años había salido, en ese viaje, volando por la ventanilla.

La prueba anterior, que reprobé naturalmente, cuando no disminuí la velocidad y “choqué” contra el camión por alcance; por “derrapar” el auto al pasar sobre el charco con de agua con aceite y finalmente por no saber qué hacer cuando el otro invadió mi carril; vino a cuento por un joven conductor que, kilómetros atrás, estuvo a punto de accidentarse al adelantar imprudentemente a otro auto.

Mi Maestro –Sí, con M mayúscula- sabía leer e interpretar las señales de la carretera por lo que conducía con mucha seguridad. Era un conductor experto–y veloz cuando se lo proponía- que se había formado a lo largo de muchos años conduciendo todo tipo de vehículos en carreteras no precisamente en las mejores condiciones en una época donde las autopistas aún eran escasas y los baches –como ahora- abundaban. Una sola palabra lo diferenciaba –amén de la edad- de aquel joven e imprudente conductor: la experiencia.

Experiencia que se podría transmitir en un proceso gradual a las nuevas generaciones, con títulos y doctorados, para superar la curva de aprendizaje y enfrentar la responsabilidad del futuro. Proceso que lamentablemente no ocurre para desgracia de muchas organizaciones y del país. De esto hay muchos ejemplos, pero hay uno que es causa de mucho sufrimiento por las atrocidades que diariamente ocupan las páginas de los periódicos. Las acciones del gobierno para combatir la delincuencia han dado como resultado un cada vez más joven, y cada vez con menos experiencia, liderazgo en las organizaciones criminales.

Recuerdo haber conocido a un delincuente ya entrado en años que dirigía a una banda de facinerosos. Frío y calculador “leía la carretera” para evitar el enfrentamiento, decía “eso no es bueno para el negocio”; él castigaba a quienes de su gente empleaban la violencia por “quítame estas pajas” o violaban la más elemental de las reglas: no meterse con la familia del rival. Hoy visten ropa de marca, pero no solo son violentos. No respetan reglas y buscan controlar por el terror ante la falta de experiencia para ejercer su liderazgo.

La experiencia importa, no en balde mi Maestro conductor jamás tuvo un accidente. En cambio hoy las ciudades y las carreteras están tintas con la sangre de miles de bajas por causa de los muchos conductores imprudentes que se enfrentan cotidianamente en la guerra contra el narcotráfico. Aunque ya no la quieran llamar así.

Con mis mejores deseos…

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

domingo, 23 de enero de 2011

Así debe ser...

Dicen que en la vida, o eres bueno o eres malo… ¿Quién ser? ¿Quién quiero ser? ¿Quiero ser bueno o ser malo? ¿Para quién he de serlo? ¿Para los demás? Preguntas sin fundamento pues el Ser es el milagro. Una maravilla, un regalo para sentir, vivir y agradecer…

Desear ser en función de los demás para encaminar nuestros pasos, con rumbo a un destino incierto, esperando en el camino alcanzar la felicidad es la opción inaceptable. Podemos en cambio liberar de la prisión los anhelos que nos dicen lo que somos, lo que siempre hemos sido. Sin juicios, pues los milagros solo existen para ser aceptados con gratitud y humildad.

Sin embargo nos es más es más fácil aceptar lo que otros afirman; someterse a las formas y a los deseos antes que aceptar lo que realmente somos porque un mundo racional que piensa que existe… nos ha domesticado en el temor. Policía omnipresente que marca la pauta de las decisiones aceptadas como nuestras pero que en realidad corresponden al catálogo del “Así debe ser” escrito por alguien más.

Y cuando de niños quisimos ser niños, el policía nos dijo “No” ¿Por qué? preguntamos y él contestó “porque así debe ser”; Y cuando de jóvenes quisimos ser jóvenes, el policía nos dijo “No” ¿Por qué? preguntamos y él contestó “porque así debe ser” y cuando un día abordamos el barco de lo que pensamos nuestra propia vida, al salir de casa con la maleta en la mano, si acaso lo olvidamos, alguien corrió apresurado a ponernos bajo el brazo el librito de un afamado autor desconocido titulado… “Así debe ser”

Que en la introducción indica a manera de instrucción ¿Han de decidir algo? No se esfuercen, consulten el índice temático y de ahí vayan a la página correspondiente donde encontrarán su mejor decisión porque será la suya de nadie más y adelante casi al final la nota, Si después de aplicar la respuesta los resultados no les satisfacen, será porque algo habrán equivocado porque seguro, así debió ser... y para concluir nos advierte Sean cuidadosos, no se equivoquen, olviden sus anhelos, pues merece mucha pena en el infierno amar y vivir lo que realmente son.

Temor al amor, temor al esfuerzo que significa la búsqueda de nuestra verdad, temor a no ser aceptados por nuestra comunidad, temor a equivocarnos, temor a la vejez, temor a la enfermedad, temor al pasado, al presente, al futuro entre miles de otros temores que podríamos superar confiando en nuestros sentimientos aceptando simplemente vivir el milagro de Ser.

Dijo un internauta, “Puedes cerrar los ojos a lo que no deseas ver, pero jamás cerrar tu corazón a lo que sientes”

Con mis mejores deseos…

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

domingo, 16 de enero de 2011

Canasta de Dulces

¿Alguien recuerda los Chicles Canel’s? ¿Y la goma de mascar? ¿Las Bubble Gum? ¿Nuestra ansiedad contando y recontando las monedas a la espera de la dulcerita? ¿Y los empujones y codazos cuando llegaba con la canasta?

Yo sí, fue la época de mis primeros años en la escuela. Dulce recuerdo de la infancia; época de crayones y aventuras en el solar baldío de junto; de cuando el tiempo nos sobraba y la tarea era un juego.

Época de la Mamá amorosa entrando de puntitas para no despertar al despierto, acomodar la frazada en las frías noches de lluvia y dejar su beso en la mejilla con el susurro de un “te quiero” que nos empujaba tiernamente, despacito…a caminar arropados con una plácida sonrisa en el reino de los sueños…

Y después ¡Muy bien muchacho!, ¡Qué bonita y estudiosa jovencita!, Si la belleza fueran segundos… ¡Serías 24 horas!, ¡El dulce beso de amor!, ¡El reconocimiento espontáneo!, ¡Los aplausos!...

Cariño, reconocimiento, caricias y halagos sinceros de lo que alguna vez fueron golosinas y amor de madre, que el tiempo hecho edad, transforma en mil y un formas para el adolescente aplicado, para la tímida jovencita, para la moza y la ya no tanto que con un mohín por el piropo, camina gozosa por dentro; para los enamorados, los artistas, los triunfadores, ¡Vamos! para todos…

Obsequios de sentimiento, de emoción, para brindarse generosos día a día, espontáneamente, sin mezquindad, para hacer plena la vida que no puede ser tan solo razón y entendimiento. Obsequios que, así como las gotas de agua perforan la roca más dura, pueden brindar felicidad al alma sedienta que de tanto no lo nota.

Dicen que las cosechas y las plantas se dan mejor cuando el campesino o el jardinero les trasmiten su amor.

Digo yo que las cosas irían mejor si nuestra canasta de obsequios quedara vacía todos los días.

¡Qué hermosa eres amor mío! ¡Buen trabajo Pérez! ¡Hermoso jardín vecino! ¿10? ¡Bravo! ¡Excelente, mil gracias! ¡Gracias amigo! ¡Te felicito por tu ascenso, muy merecido! ¡Muy buena reflexión! Humm… ¡Está deliciosa! ¡Me encantó el arreglo! ¡Impecable! ¡Así se hace! ¡Bonita ciudad la suya!...

Ayer al salir de la Guabina, ya en la banqueta, llamé al mesero quien para mi sorpresa me contestó contrito ¿Me porté mal? ¡No hombre le dije de inmediato! olvidaba darte la propina, toma, gracias por tus atenciones… Me pregunté después…

¿Cuantos regalos habré olvidado echándose a perder en mi canasta…?

Con mis mejores deseos…

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

domingo, 9 de enero de 2011

Los benditos propósitos de año nuevo

Justo al término de las doce campanadas y de disfrutar las doce uvas de la buena suerte nunca falta el malandrín que vierte el mágico momento de los abrazos, los buenos deseos y los brindis justo en el bote de la basura cuando pregunta con delicado sarcasmo… ¿Y cuáles son tus propósitos de año nuevo?

¡Auch! Como balde de agua fría cae la preguntita. Más el “bien” intencionado no ha terminado, remata disimulando –no del todo bien por cierto- una sonrisa… ¿Ahora si vas a dejar de tomar y bajar de peso? Y se va ¡Hasta el fondo el estoque!

La víctima herida de muerte apenas atina a responder… ¡Pues claro! Si me hecho mis copitas es solo de vez en cuando; no estarás pensando que soy borracho ¿Verdad? Cuando quiera lo dejo...y lo de bajar de peso ¡Ya veras que en unos cuantos diítas en el gimnasio me recupero! Pensando para sus adentros… ¿Quién fregaos lo invitó? ¡Sí ni a pariente llega!

Hum…los benditos propósitos de año nuevo… ¡Todos los tenemos! pero pocos los cumplimos. ¡Bendita rosca de reyes está de rechupete! ¿Otra rebanadita compadre? ¿Más chocolatito? Si se saca el muñeco usted pone los tamales, no se vaya a hacer guaje… ¿Un licorcito? ¡Venga! total…

Esa historia se repite año con año. Y los pasaditos de peso serán obesos, los borrachos, alcohólicos; los derrochadores aún más; y los de a pié continuarán en taxi y los de coche seguirán sin cambiar de modelito; y las solteras verán casarse a Bety “la fea” con el amor de su vida y las casadas dormirán con el mismo que no les cumple, ni les cumplirá… las promesas; y el empleado no habrá llegado a jefe y el jefe no habrá emprendido el negocito aquel; y el graduado muchos años atrás, seguirá pasante…

Y los propósitos de año nuevo, el ¡Ahora sí! cómo el momento mágico de los abrazos, los brindis y los buenos deseos, terminarán ¡Qué pena! cómo casi siempre, en el bote de la basura. Me pregunto ¿Qué harán los que se salen de la regla y cumplen sus propósitos de año nuevo?

Cuentan que hace muchos años un padre de familia invitó a su esposa e hijos a reflexionar muy bien para definir y escribir sus propósitos para el año venidero.

Al cabo de los días llamó a cada uno y les fue diciendo…-Amada esposa si toda tu lista son deseos… ¿Con qué habrás de sufragarlos? ¿Dejarás de comer acaso? –Juanito hijo mío ese juguete que tanto anhelas no está en tus manos hacerte de él ¡Tendría que ser obsequio de alguien más!...-Perlita ¿Casarte? Pero si aún no conoces al futuro dueño de tus amores…-Joaquín ¿Ser tu dueño? Primero habrías de aprender bien un oficio…

Y así, con el dolor en el alma -pues los Papás quisieran ver siempre a sus hijos felices y satisfechos- uno a uno hubo de desgranar la mazorca de las ilusiones, porque bien sabía él que para soñar lo realizable hay que plantar bien los pies sobre la tierra.

Piensen en construir castillos, les dijo, pero nunca antepongan los deseos a las necesidades, ni se propongan aquello que realizar dependa de otros, tampoco pretendan construir antes el techo ¡Que los cimientos y las columnas van primero! Piensen que los propósitos de hoy solo son el camino hacia un anhelo mayor, el gran motivo que al concebirse emociona todo su ser; él que al recordarlo hará ligera su carga en los días de desaliento…

¡Vayan pues a rehacer su lista que quiero verles felices todos los días de los años del resto de sus vidas! Y aun así no habrá garantía que lo que hoy conciban será su destino pues en la ruta siempre se les ofrecerán nuevas opciones que podrán elegir sin cargo de conciencia…

Pues el sueño es suyo, de nadie más.

Con mis mejores deseos…

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
Twitter @enriquechm

sábado, 1 de enero de 2011

Primero de enero

El clima frio, el cielo nublado, la bandera monumental percudida y el tiempo que transcurre lento, muy lento…

Y en la música de fondo las risas de los adultos vueltos niños, y de los niños que no lo son tanto, muestran que para ellos el mundo se detuvo dejando fuera todo lo que no sea el abrazo fraternal, la risa franca y el amor saltando a flor de piel.

Todos a coro… ¡Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno! y las doce campanadas marcan el momento mágico en el que la vida se siente y se vuelca en el abrazo sincero, en la reconciliación no pedida, en la mirada amorosa, en la lágrima por los ausentes, en el respeto a lo que antes solo se toleró. Aun cuando el siguiente segundo sigue siendo igual al previo y al anterior.

Concluyó, ¡al fin! dirán algunos, el año 2010 y ya es un hecho, y como tal, hecho está. Da paso a una nueva década con el disfrute de los juguetes nuevos, de los placeres anticipados por los anhelos aun insatisfechos y los logros que el fluir de la vida concederá.

Días de iniciar nuevamente las cuentas y cerrar las anteriores, de dibujar las rutas hacia los puertos lejanos que tal vez nunca alcanzaremos pero que estarán ahí esperando nuestro arribo.

Días de otorgar el consejo no pedido a los cercanos, a los más queridos. Ofrenda de un amor que busca allanar caminos y enseñar una verdad que nunca realmente lo es pues corresponde al sueño que jamás nadie podría comprender, pues es el suyo y de nadie más.

Días de la vista cansada de los muy mayores que por momentos se pierde en el infinito al tiempo que su rostro viste la máscara de la serenidad y la satisfacción que se dibuja en una sonrisa imperceptible casi, cuando ve en la prole la labor cumplida que le llevará en hombros más allá de cuando su tiempo concluya. Aun cuando nada acabe, pues la cuenta del tiempo, inexorable, no se detendrá jamás.

Días de reflexionar y cerrar círculos imaginarios unos, reales muy reales otros.

Días de depurar y ordenar el baúl de los recuerdos para hacer espacio a lo nuevo que vendrá. Tal vez nuevos sueños, sin duda una nueva oportunidad para aceptar el mejor regalo que hayamos podido recibir: la vida misma.

Solo me resta esperar emocionado por lo que haremos para disfrutar el resto de nuestras vidas.

Con mis mejores deseos…

Enrique Chávez Maranto
enrique.chm@gmail.com
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